
Es común escuchar lo malo que es tener baja autoestima y lo recomendable que es tener buena autoestima. Para todos nos es claro que tener muy baja autoestima no es deseable, pero ¿será deseable tener muy alta autoestima?
Para contestar esta pregunta es necesario mencionar dos constructos diferentes sobre el concepto de autoestima alta.
- La autoestima alta involucra un sentimiento de mesura y de duda positiva. Es decir, una persona con una autoestima alta se aprecia a sí misma, pero sabe también identificar sus límites y reconocer la importancia de los demás en su vida.
- La autoestima alta indica una sobrevaloración de nuestra persona. Mientras que una tendencia alta es deseable en la persona, una autoestima demasiada alta tendería al narcicismo o egoísmo.
Es importante diferencias estas dos percepciones de alta autoestima, pues el primer constructo de esta será mucho más deseable que el segundo. Si bien pareciera preferible tener demasiada alta autoestima a tener demasiada baja autoestima, es importante entender el mecanismo mediante el cual la baja autoestima se prolonga y perpetua. En muchas ocasiones, la baja autoestima es producto de un círculo vicioso: nos comparamos con las personas de alta autoestima, miramos nuestra propia baja autoestima, nos sentimos mal por nuestro estado y nuestra autoestima baja a consecuencia de ello. Por lo tanto, considerar que la alta autoestima con la que nos comparamos es, en el mejor de los casos, provisoria y, en el peor, excesiva, nos permite tener un acercamiento más compasivo con nosotros mismos y no juzgar nuestro estado. Además, recordemos que no podemos determinar el estado de una persona en función de su apariencia o de cómo se comporte en público. Es tentador pensar que los demás son más felices que yo, que Juan no se preocupa por nada y que a nuestra prima Mariana sólo le va bien en la vida. Es importante recordar que lo que percibimos de los demás es sólo una parte fragmentada de su experiencia personal. Muchas veces, nos hacemos ideas grandilocuentes de lo bien que les va a los demás, que, curiosamente, sirven muy bien para hacernos sentir peor sobre nosotros mismos y sobre las reacciones que tenemos ante la vida. Para comprobar esto, ¿cuántas veces no nos hemos sorprendido al escuchar los problemas “escondidos” de una persona a la que creíamos absolutamente feliz? En realidad, la mayoría luchamos con retos sumamente difíciles en nuestra vida cotidiana, sea que estos sean visibles o no.
En conclusión, tu nivel de autoestima no determina tu calidad de persona, ni tu fortaleza o debilidad. La autoestima es un producto de muchos factores; muchos de los cuales no radican en tu poder de voluntad. Por lo tanto, mientras que es positivo tener una alta autoestima, en muchos casos, querer una alta autoestima todo el tiempo o asumir que deberíamos de tenerla es mucho más dañino que benéfico. La clave se encuentra, más bien, en descubrir, aceptar y entender nuestras fluctuaciones individuales y naturales de autoestima. En este caso, como en muchos, la comparación con los demás puede traer, más bien, consecuencias indeseables.
Artículo escrito por Santiago Celorio Galán